El ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, está dispuesto a no callarse más nada. Si bien nunca lo hizo, a veces eligió alguna expresión menos directa, que exponía algunos dilemas que enfrenta en su propio espacio y con el presidente de la Nación. No quiere callarse más.
La última fue otra semana de furia para Sergio Berni, el controvertido ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires que ya no oculta su malestar con el Gobierno al que pertenece, tanto a nivel provincial como nacional, y que criticó como jamás lo había hecho ningún funcionario a las autoridades del poder judicial bonaerense y al presidente de la Nación sólo con dos días de diferencia.
Más allá de que su mujer, Agustina Propatto, fuera designada como quinta candidata a diputada nacional en la lista que encabeza Victoria Tolosa Paz, Berni no está nada cómodo en su espacio. Viene advirtiendo que la mirada "setentista" y "garantista" de los más relevantes miembros del Frente de Todos afectan la seguridad y van en contra de la paz social que él percibe que reclama cotidianamente la gente tras cada hecho de inseguridad.
"Esta es la Justicia que tenemos. No sabemos si los jueces no nos dan los allanamientos porque no quieren trabajar y son vagos, porque no tienen la capacidad para llevar adelante una investigación o porque simplemente son cómplices" había expresado hace una semana en relación al trágico suceso en el que murió una joven en Florencio Varela en medio de una guerra narco.
En principio pareció una "bomba" lanzada para ocultar el terrible problema por el que atraviesa la policía bonaerense que él conduce y las denuncias de complicidad con las bandas narco que allí operaban. Pero Berni apuntó contra los jueces penales porque cree que siempre encuentran un vericueto legal para evitar juzgar como corresponde a los apresados por narcomenudeo y delitos relacionados.
La Red de Jueces Penales de la Provincia de Buenos Aires le respondió dejando en claro la injerencia política en la designación de los magistrados, la presión que reciben, aunque no lo hayan dicho de esa manera, y que ellos lo único que hacen es hacer cumplir la ley que tienen y que son sancionadas por el Poder Legislativo.
"El ataque genérico e indiscriminado al Poder Judicial provoca su deslegitimación social e institucional y socava uno de los pilares básicos del modelo republicano" dice el documento firmado por Daniel Caputo, presidente de esta red.
Cuando aún no terminó esta nueva pelea abierta, que se suma a otras tampoco resueltas con intendentes de mucho peso del Gran Buenos Aires, como Martín Insaurralde, de Lomas de Zamora, o Fernando Espinoza, de La Matanza, ambos oficialistas y el primero el mejor amigo de Máximo Kirchner. ahora también trató de cobarde al presidente Alberto Fernández porque involucró a Fabiola Yañez como responsable de la "clandestina" de Olivos.
“Señor Presidente: nosotros tenemos que dar el ejemplo, ser mejores que los demás, ser más éticos, trabajar el doble, asumir los errores propios y cuidar a nuestros compañeros. Y a nuestras compañeras, claro. Porque si entregamos a nuestra compañera a la primera de cambio con el solo objeto de salvar nuestro pellejo, es difícil que nos crean capaces de defender los altos intereses de la Patria”, dijo sin dudarlo. El presidente lo calificó, sin nombrarlo, de "miserable" por haber pensado así.
Inclusive, Fernández indujo que apreciaciones así lo único que buscan es que él caiga de la Presidencia, algo que aseveró, a los gritos, que "no pasará. Me fortalecen".
La exposición de Berni durante la semana anterior supera, en el nivel de acusaciones y observaciones, la que protagonizó el año pasado con la ministra de Seguridad de la Nación, Sabina Fréderic, fundamentalmente por la importancia institucional de los que se ocupó esta vez, la Justicia y la Presidencia.
Si bien no es la primera vez que lo hace, el tono elegido en esta oportunidad para referirse a los jueces penales y al presidente de la Nación está por encima de lo que otro jefe de Estado pudiera soportar sin provocar la renuncia de un simple ministro bonaerense. Lo que queda claro es que Berni no es eso, y que su presencia en el gabinete provincial es esencial.
Nadie dice si estas expresiones y acusaciones a viva voz, por fuera de cualquier contención institucional, está habilitada o no por la vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner. Mientras Berni siga en su cargo, es una autorización de hecho. Axel Kicillof, su jefe directo, no parece tener mucho margen para desplazarlo sin la autorización de su jefa política.
A su disconformidad, expresada hace tiempo contra las ideas que subyacen en el Instituto Patria, el poco apego al combate directo contra la delincuencia y el garantismo, se suman cotidianamente diferentes decisiones oficiales que no solo lo irritan sino que lo impulsan a presentar una sonora renuncia que frena por que así se lo ha pedido, seguramente, la misma persona que no lo condena cuando destrata, como lo hace, al presidente de la Nación.
Berni, quien por su pasado militar aparece como un comando solitario, ya decidió que no se callará. Quizás crea que el rumbo general de la gestión puede desembocar en una catástrofe de dimensiones si no se produce un cambio drástico en todos los niveles de decisión.
Escribe ALEJANDRO CANCELARE