El gobernador bonaerense intenta tender puentes con la exvicepresidenta, pero la interna del partido provincial sigue marcando tensiones. El rol de la agrupación K resulta clave en un escenario donde el peronismo redefine su rumbo.
En la provincia de Buenos Aires, las tensiones dentro del Partido Justicialista (PJ) continúan dominando la agenda política. El gobernador Axel Kicillof, en un intento por consolidar su posición de liderazgo, ha explorado acercamientos con los principales actores de Unión por la Patria, incluida la expresidenta Cristina Kirchner.
Sin embargo, los gestos del mandatario no parecen haber calado profundamente en La Cámpora, organización liderada por Máximo Kirchner y alineada plenamente con la figura de Cristina.
Aunque el mandatario provincial mantiene un diálogo fluido con Sergio Massa, el vínculo con la exmandataria no se ha concretado, generando un escenario de incertidumbre para el espacio político. Desde La Cámpora, en cambio, se han dedicado a reforzar el liderazgo de la exmandataria al frente del PJ nacional.
Un ejemplo de esta dinámica se evidenció recientemente en Bahía Blanca, donde se inauguró la unidad básica “Cristina Conducción”. El acto contó con la presencia de figuras clave como el ministro bonaerense de Justicia, Juan Martín Mena, y legisladores provinciales cercanos a La Cámpora. Este gesto político fue percibido como una respuesta directa a las iniciativas del entorno de Kicillof, como la creación de las mesas distritales “Es con Axel”, que buscan consolidar su liderazgo territorial.
En paralelo, algunos intendentes aliados a La Cámpora han cuestionado el despliegue político de Jorge Ferraresi, cercano al gobernador, en distritos controlados por el espacio kirchnerista. Esto incluye críticas a su presencia en Quilmes y Lanús, municipios gobernados por miembros de La Cámpora.